15 de julio de 2015

Pink Floyd "The Endless River" (2014)

Como le vengo dando vueltas a este disco, la puta madre.
Y sigue dando vueltas en mi cabeza por una gran cantidad de factores que no puedo separar de forma objetiva: adoro visceralmente a los ingleses, sus discos me parecen obras de arte increíbles y no simples sonidos grabados.
Cada uno de sus discos tienen un lugar en mi memoria, en mi discografía, y cada uno de ellos me provoca sensaciones y sentimientos distintos: desde la euforia, la sorpresa, la profunda tristeza ("The Final Cut"), la adrenalina y la profunda convicción de estar frente a uno de los grandes hitos del arte y la cultura universal de todos los tiempos ("The Dark Side of the Moon").
Incluso aquel "The Division Bell" (1994) tiene un lugar, más allá de que no es una necesidad casi física escucharlo de vez en cuando, como con todos los demás.
Y he aquí el problema. Está la guitarra de Gilmour, única, con esos sonidos que son fácilmente identificables, y esa calidez que tanto gusta....y nada más.
Por algo quedaron fuera del disco del 94...y por más jugueteo que haya entre teclados y guitarras recreando -o pretendiendo hacerlo- aquellos trips históricos que conmueven y se transforman en parte de la historia de quien escucha el disco en cuestión.
Eso es algo que las bandas históricas tuvieron y tendrán siempre: no importa que el disco haya sido editado hace más de 4 décadas, no son discos viejos. Ejemplos hay de sobra, tanto en la discografía de los Floyd como de tantos otros (Miles Davis, John Coltrane, Led Zeppelin, Black Sabbath, David Bowie, The Beatles, etc), y cuando uno se topa con una edición importante, puede llegar a pagar sumas considerables por ella.
Pero en este caso, con 19 composiciones que no son tales, en 50 minutos, y a un precio por el cual podríamos obtener una edición remasterizada de cualquiera de sus discos (o un tercio del precio de alguna de las cajas Immersion set), suena a estafa. 
Y lamentablemente no puedo, me niego a pagar ese precio por un rejunte de tomas dejadas en su oportunidad de lado, solo para tener lo último de Floyd. Esto no es lo último, esto es una broma de mal gusto, y para esquivarla mejor me voy a escuchar "Wish you were here".

13 de julio de 2015

Paradise Lost "The Plague Within" (2015)

Puedo empezar...así...LA PUTA MADRE QUE LOS PARIÓ A LOS INGLESES!!
Que disco impresionante, por dios.
Para aquellos despistados, hay que decirles que la banda viene editando grandes discos, luego de que se hubieran sacado de encima la necesidad de copiar y emular tanto a Depeche Mode como a The Sister of Mercy, perdiendo en el camino la tan ansiada personalidad. Eso duró 10 añitos, hasta que apareció el disco autotitulado, y empezó un nuevo período de "vacas gordas" en cuanto a lo compositivo, con una seguidilla de discos más que interesantes, que tomaban justamente las influencias, y las procesaban dando lugar a canciones increíbles, con la cuota exacta de tristeza y oscuridad gótica (sin llegar al melodrama y al patetismo emo), y con melodías agradables.
En el 2012 editaron el descomunal y maravilloso "Tragic Idol" tal vez el mejor disco de la segunda etapa de la banda, con canciones perfectas y climas increíbles....hasta este monstruo nuevo que nos aplasta con casi 51 minutos de pura historia.
Porque eso es este disco. Historia. La historia misma de Paradise Lost resumida en 10 temas descomunales que toman influencias de la banda misma y los diversos estilos por los que nos pasearon y crearon (vamos el Gothic doom apareció justamente con "Gothic").
Escuchando cada una de las canciones, podemos viajar en el tiempo a cada uno de los discos clásicos de la banda, y deleitarnos como pendejo con juguete nuevo sin que las composiciones suenen a afano (autoafano). Así podemos encontrar sonidos, golpes o pulsaciones que ya estaban presentes en "Icon", en "Shades of God", en el descomunal "Draconian Times"...y en los inicios de su carrera, como "Lost Paradise" o "Gothic"; ¿si no, qué es esa gema pesada y oscura titulada "Beneath broken earth"?
Pero eso no es todo, porque ahí estamos a mitad de camino del disco. Las guitarras suenan melancólicas, o potentes o podridas, siempre punzantes, dependiendo lo que necesite el tema, y la base rítmica sostiene de forma precisa permitiendo el juego melódico de esos dos bestias que son Gregor Mackintosh y Aaron Aedy, creadores de algunos de los mejores riffs de los últimos 20 años...y de seguro que alguno de los mejores de este año. Vamos...cuando una parte de tu cuerpo (el pie o la cabeza en este caso) se mueven casi sin tener en cuenta lo que la voluntad manda, estamos ante algo por lo menos serio.
Algo me dice que la experiencia de Vallenfyre de Gregor tuvo algo que ver en esto de un retorno a ciertos toques más oscuros y asociados al Death Doom.
Y si de experiencias hablamos, también tendrá algo que ver la participación de Nick en Bloodbath, para que retorne no solo el gruñido aguardentoso a la "Shades of..", sino la podredumbre verdaderamente deathmetalera en esa gema ya señalada más arriba, y que nos deposita calmadamente en los brazos del Doom más opresivo y embarrado.
Palabras aparte merecen los invitados en esta ocasión que le dan una cuota de romanticismo y tragedia a los track en donde intervienen: Daniel Quill (violín) y Liam Byrne (viola da gamba) en los tracks 6 y 7, y las voces femeninas de Heather Thompson, una conocida ya de discos anteriores.
Un disco que -me atrevo a decir-, es uno de los mejores del año (en un año descomunal con grandes lanzamientos, y recién vamos en la mitad).
Y uno de los mejores en la extensa discografía de los de Halifax, que condensa todas las virtudes de estos músicos que están juntos, con excepción del baterista Adrian Erlandsson, desde el año 1988