En el mundo de la música hay discos que marcan un antes y un después, que producen un quiebre no solo en la forma de entender el género al que pertenece dicho disco, sino que trascienden al mismo.
A lo largo de toda su carrera, Astor Piazzolla grabó muchísimos de estos discos, revolucionando el Tango como género, y entrando de lleno en la denominada música contemporánea. Los músicos que lo acompañaron en este disco, que es el segundo y último de esta agrupación (como Octeto Buenos Aires)-y grabados los dos el mismo año- son todas figuras reconocidas dentro del Tango y el Jazz: Enrique Francini y Hugo Baralis en violín; Atilio Stampone en piano; Leopoldo Federico en el otro bandoneón; José Bragato en violoncello; Juan Vasallo en bajo y Horacio Malvicino en guitarra eléctrica, quien sería su guitarrista "fetiche" durante muchísimos años, y que en palabras del maestro Astor, "ofrece un timbre no acostumbrado en este tipo de orquesta", y un color distinto en los temas originales gracias a las improvisaciones del mencionado guitarrista.
En este disco encontramos 4 de los 10 temas compuestos por los integrantes del Octeto, mientras que los otros son ya clásicos consagrados del estilo.
Astor Piazzolla dijo que el único propósito del Octeto era renovar el Tango popular, mantener su escencia introducir nuevos ritmos, sacarlo de la monotonía que lo envolvía y jerarquizarlo musicalmente. Más allá de que dicha monotonía sería discutible, ya que no hay que olvidar la presencia de Troilo, donde Piazzolla tocó y fue arreglador durante un tiempo, se puede afirmar que no solo logró lo que se propuso, sino que fue mas allá y creó un estilo reconocible e imposible de imitar (lo lamento por Leopoldo Federico y por Marconi), que es marca registrada y admirada a lo largo del mundo (de hecho el músico japonés Yo Yo Ma es un fanático del maestro, y grabó un lindo disco con temas de Astor ). Hasta el próximo disco de Astor.
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