frio |
Y de claro no tiene nada. Mucho menos de divertido, como se supone que tendría que ser todo recital, y sobre todo de metal.
Es más, si apenas se escucha alguna exclamación del público presente entre toda la muerte y desesperación transmitida por las voces de Alan Dubin, las ruidosas y minimalistas guitarras de Stephen O' Malley, el bajo horrible y deforme de James Plotkin y la batería de Tim Wyskida a lo largo de casi 1 hora, cómodamente distribuida en 3 temas.
Estos son retazos de recitales en tres lugares distintos: en New York, en Nashville y en Baltimore, aunque bien podría haber sido en una cámara de tortura y ni nos daríamos cuenta.
Definitivamente, a toda esta gente algo le pasa en la cabeza. Los cognitivistas buscarán seguro algún defecto en el input de datos que hace de su música una errónea interpretación de la realidad.
Yo prefiero creer que estos tipos nos quieren hacer sufrir transmitiéndonos sus más horrendas pesadillas, acompañadas de una banda de sonido acorde a las mismas.
Y nosotros podemos disfrutar de esas pesadillas, sobre todo si nosotros no las padecemos. Pero por desplazamiento, sufrimos su música.
Lo cual es todo un logro de parte de los artífices de esta deformidad única.
Se los dejo acá (busquen, no sean cómodos), a ver si se animan a escuchar, mientras -como si fuese una profecía autocumplida- una paloma cae del cielo en una helada madrugada en el Norte argentino. Y el disfrute es completo (jejeje).
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